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Qué creemos

La Iglesia Presbiteriana (EUA) es una iglesia confesional. Esto significa que expresa sus creencias y enseñanzas por medio de documentos tales como credos, catecismos, confesiones y declaraciones de fe. Los más antiguos documentos confesionales reconocidos por la Iglesia Presbiteriana (EUA) son el Credo Niceno y el Credo de Los Apóstoles. Hay otros documentos confesionales que datan de la época de la reforma protestante (Siglo 16+) y varios han sido producidos en el Siglo XX. El más reciente de nuestros documentos confesionales fue aprobado para uso de la Iglesia en 1991. El mismo expresa de manera clara y en lenguaje sencillo la fe de la Iglesia Presbiteriana en el tiempo presente. A continuación el texto de la Breve Declaración de Fe—Iglesia Presbiteriana (EUA), según reza en la primera parte de nuestra constitución: El Libro de Confesiones.

I


En vida y muerte a Dios pertenecemos. Por la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo, confiamos en el único Dios trino, el Santo de Israel, a quien sólo adoramos y servimos.

II

 

Confiamos en Jesucristo, pleno Dios, pleno humano. Jesús proclamó el reinado de Dios: predicando buenas nuevas a los pobres y libertad a los cautivos, enseñando por palabra y obra y bendiciendo a los niños, sanando a los enfermos y vendando a los quebrantados de corazón, comiendo con los desechados, perdonando a los pecadores, y llamando a todos a arrepentirse y creer en el evangelio. Condenado injustamente por blasfemia y sedición, Jesús fue crucificado, sufriendo hasta el fondo el dolor humano y dando su vida por los pecados del mundo. Dios levantó a este Jesús de los muertos, vindicando su vida sin pecado, rompiendo el poder del pecado y del mal, rescatándonos de muerte a vida.

IV


Confiamos en Dios Espíritu Santo, en todo lugar dador y renovador de vida. El Espíritu nos justifica por la gracia mediante la fe, nos deja libres para aceptarnos y para amar a Dios y al prójimo, y nos unifica con todos los creyentes en el cuerpo único de Cristo, la Iglesia. El mismo Espíritu quien inspiró a profetas y apóstoles norma nuestra fe y vida en Cristo por medio de la Escritura, nos capta por la Palabra proclamada, nos hace suyos en las aguas del bautismo, nos alimenta con el pan de vida y la copa de salvación, y llama a mujeres y hombres a todos los ministerios de la Iglesia. En un mundo quebrantado y temeroso el Espíritu nos da valor para orar sin cesar, para testificar de Cristo como Señor y Salvador ante todos los pueblos, para desenmascarar idolatrías en la Iglesia y en la cultura, para oír las voces de pueblos por largo tiempo silenciados, y para laborar con otros por la justicia, la libertad y la paz. En gratitud a Dios, dinamizados por el Espíritu, nos esforzamos por servir a Cristo en nuestras tareas diarias y por vivir vidas santas y gozosas, mientras aguardamos el nuevo cielo y la nueva tierra de Dios, orando "¡Ven Señor Jesús!"

V

 

Con creyentes en todo tiempo y lugar, nos gozamos que nada en vida o en muerte puede separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.



VI



Gloria sea al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Amén.

III


Confiamos en Dios, a quien Jesús llamó Abba, Padre. En amor soberano Dios creó al mundo bueno y hace a cada uno igualmente a imagen de Dios, varón y hembra, de toda raza y pueblo, para vivir como una sola comunidad. Pero nos rebelamos contra Dios; nos escondemos de nuestro Creador. Desconociendo los mandamientos de Dios, violamos la imagen de Dios en otros y en nosotros, aceptamos mentiras como verdad, explotamos al prójimo y a la naturaleza y amenazamos de muerte al planeta confiado a nuestro cuidado. Merecemos la condenación de Dios. Mas Dios actúa con justicia y misericordia para redimir a la creación. Con amor perdurable, el Dios de Abraham y Sara escogió a un pueblo de pacto para bendecir a todas las familias de la tierra. Escuchando su clamor. Dios liberó a los hijos e hijas de Israel de la casa de servidumbre. Amándonos aún, Dios nos hace con Cristo herederos del pacto. Como madre resuelta a no abandonar a su niño de pecho, como padre que corre a dar al pródigo la bienvenida al hogar, Dios sigue aún siendo fiel.

La fe de la tradición reformada


En sus confesiones, la Iglesia Presbiteriana (EUA) expresa la fe de la Tradición Reformada. Central a esta tradición es la afirmación sobre la majestad, santidad y providencia de Dios que crea, sostiene, gobierna y redime al mundo, en la libertad de la justicia y el amor soberano. Relacionada a esta afirmación central de la soberanía de Dios están otros grandes temas de la Tradición Reformada:
 

(1) La elección del pueblo de Dios para servir así como para salvación;

(2) La vida en pacto caracterizada por una  preocupación disciplinada por el orden en la iglesia según la Palabra de Dios;
 

(3) Una fiel mayordomía que rehuye la ostentación y busca el uso apropiado de las dádivas de la creación de Dios;
 

(4) El reconocimiento de la tendencia humana hacia la idolatría y la tiranía, lo cual llama al pueblo de Dios a trabajar por la transformación de la sociedad, mediante la búsqueda de la justicia y viviendo en obediencia a la Palabra de Dios.

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